El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) censuró que el gobierno proceda a importar carne de pollos, cuando desde abril era previsible que ante la presencia de Fiebre Porcina Africana, el consumo de pollos iba a incrementarse, y que en consecuencia en lo inmediato, ante una oferta menor que la demanda, su precio aumentaría, como ocurrió.
La argumentación del ministro de Agricultura, Límber Cruz, al anunciar la importación es muy débil, debido a que no es verdad que el aumento del consumo sea por la apertura, en razón de que todavía el país no tiene la cantidad de turistas del 2019 y las ventas hacia Haití han bajado.
El gobierno debió acelerar la producción de pollo desde abril cuando ya se podía prever una mayor demanda de pollos para esta época, pero la falta de planes, programas y proyectos de medianos y largos plazos, provoca que las deficiencias y los problemas sorprendan constantemente a las autoridades y el pueblo dominicano.
Resulta penoso que los comerciantes llamen al Presidente de la República a “ponerse las pilas” ante la reducción de la carne blanca en los establecimientos, obligándose a limitar la cantidad de pollos por personas, expresaron los comerciantes a la prensa, agregando que “la escasez de la carne blanca les afecta bastante y lamentan que no hayan podido vender “ni una pata de pollo”.
El que va buscando tres pollos, solo le pueden vender dos y quien va comprando dos, solo les pueden ceder uno, a fin de que sus clientes-consumidores fijos reciban la carne de pollo, aunque sea a un precio de RD$80.0 la libra.
Si bien es cierto que han subido los precios de los insumos importados, también debe indicarse que las autoridades debieron aplicar una política cambiaria que mitigara esas alzas, de manera que los costos de producción no aumentaran en el país, y por lo tanto los precios permanecieron en RD$48.20 como estaba en agosto del 2020.
La autosuficiencia de pollo estaba en 97.63% en el 2019 y que fue del 100% en el 2018, incluyendo a cerca de 8 millones de turistas y las importaciones hacia Haití.
Por: Adriano Sánchez Roa